Considerando el final…

corredor

«Señor, ahora lo sabemos: nos has dado el poder ser hijos y herederos de Dios, coherederos de Cristo (Rom,8.17). Pero sabed bien esto, hermanos queridísimos: el que haya descuidado su progreso espiritual y no haya consagrado todas sus fuerzas a esta obra, debe saber bien que la venida del Señor será para él el día de su condenación. El Señor es para unos olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vida (II Cor. 2,16). Así es para ruina y resurrección de un gran número en Israel y para ser signo de contradicción (Lc.2,34). Os suplico, queridísimos, por el Nombre de Jesucristo, no descuidéis la obra de vuestra salvación. Que cada uno de vosotros rasgue, no su vestido, sino su corazón (Joel,2,13). Que no llevemos en vano este vestido exterior preparándonos así una condenación. En verdad, está próximo el tiempo en que aparezcan a plena luz las obras de cada uno. Sería preciso volver sobre otros muchos puntos de detalle, pero está escrito: «Da consejos al sabio y se hará más sabio» (Prov.9,9)[38]. Os saludo a todos en el Señor, del más pequeño al mayor (Hec.8,10), y que el Dios de la paz sea, queridos hermanos, vuestro guardián. Amén» (San Antonio Abad, Carta Segunda).

  

La semana pasada contemplábamos la vida y la figura de San Antonio Abad y hoy  nos topamos con este bellísimo pero no fácil texto del Santo Eremita. Y digo que no es fácil porque pone los puntos sobre las íes de un tema que muchas veces rehuimos: el final de nuestra vida.

Muchas veces nos preguntamos el porqué de la oración, para qué sirve, cuál es el motivo de tanta insistencia. Y entiendo perfectamente el comentario. Vivimos en un mundo en donde lo único que vale es lo práctico, lo que produce. ¿Y la oración? Mientras no me produzca algo, pues de nada sirve. Por eso, cuando no siento nada, cuando no “necesito” orar por una necesidad especial… simplemente lo dejo de lado. Y por eso a veces no entendemos la vocación de las monjas de clausura: ¿de qué sirve estar encerrado en cuatro paredes sólo orando?

San Antonio Abad nos dice en este texto que, en realidad, esta visión de la oración es bastante pobre. Y para ello saca a colación la contemplación de los últimos días: nuestra muerte, el juicio, el cielo, el infierno. Realidades que existen, que nos encontraremos (bueno, espero que el infierno no). Por eso la oración es tan necesaria: para mantener atento el espíritu, en continua tensión. O en esas bellísimas palabras del santo Abad, que cada uno rasgue no su vestido, sino su corazón, para que Dios entre, lo abra, lo toque hasta el fondo y lo transforme. Esto es la oración.

Contemplar las realidades últimas de nuestra vida es un ejercicio que debería hacer todo cristiano por lo menos una vez al mes. Es muy saludable y no hacerlo resulta tan ridículo como un corredor de cien metros que se prepara a una carrera pero no sabe hacia dónde correr. ¿Hacia dónde vas tú en tu vida? ¿Cuál es tu meta? Aquí, tarde o temprano todo acabará. ¿Y luego? ¡Verdad que se ve todo distinto!

Una observación importante. Este tipo de contemplaciones puede ponernos a veces muy nerviosos, pues nos da miedo ese más allá, qué pasará, etc. Pero San Antonio es muy claro en este punto: debe haber unta total confianza en un Dios que me ama y que se ha encarnado para que no tema. Por eso empieza el párrafo con estas palabras tan bellas dirigidas a Dios: «Señor, ahora lo sabemos: nos has dado el poder ser hijos y herederos de Dios, coherederos de Cristo». Justamente porque somos hijos de Dios, gracias a Cristo, no tememos; o no deberíamos temer.

San Antonio Abad es una figura que, si bien vivió hace tanto tiempo, no ha pasado de moda. Sería el perfecto “entrenador” de cualquiera de nosotros; caminaríamos nuestra vida de modo muy diferente. Ojalá que desde ahora tomemos en cuenta su consejo de la contemplación de las realidades últimas: que hablar con Cristo en nuestra oración no sea, poniendo la imagen que usa san Antonio, olor de muerte sino de vida. De esta manera correremos nuestra existencia no sólo con más fuerza, sino también sabiendo hacia dónde vamos, con más sentido.

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Este artículo se puede reproducir sin fines comerciales y citando siempre la fuente www.la-oracion.com y el nombre del autor, procurando mantener las ligas internas al artículo.

Luis María Grignon de Monfort y la Eucaristía

Luis María Grignon de Monfort y la Eucaristía

http://www.youtube.com/v/?version=3

María y la Eucaristía -Fluvium.org-

Adoración eucarística: escuchar al Salvador

(…)     La adoración Eucarística es un camino hacia la contemplación, hacia la unión mística, pues la espiritualidad eucarística nos ayuda a comprender la verdadera naturaleza de la contemplación cristiana, que no puede reducirse a una pura admiración estética y estática, sino que es siempre coparticipación dialogal.

    Cristo es el Amén del Padre, la última palabra que, además de dar sentido cumplido a todo el proceso salvíafico precedente, se convierte en criterio de interpretación de todo. El silencio de Cristo en la presencia eucarística interpela, pues él es una palabra pronunciada que incita a la persona a dar una respuesta de asentimiento o rechazo. Además, es una propuesta salviífica que uno debe profundizar en todo su contenido, pues al apcetarla en la comunión con Cristo, debe explicitarla en cada momento y cada lugar.

El silencio eucarístico de Cristo lo podemos considerar tambien a la lógica de la Cruz e invitación a entrar nosotros mismos en este misterio. El tema de la pobreza en la Iglesia encuentra en la eucaristía su significado más profundo. Acostumbrados  a escuchar al Salvador silencioso, la Iglesia, más aún que en la pobreza de riquezas o de medios, expresa su pobreza en la capacidad de escucha de toda invocación humana, aún la más débil. Lo primero que podemos ofrecer a los demás es darles  la posibilidad liberadora de ser escuchados. El testimonio de nuestra vida se realiza antes de hablar en escuchar, en aceptar y acoger  a los demás como camino para la amistad.

Cuando la amistad del Señor llega a lo más íntimo del ser amado, el Espíritu derrama un amor que abre el ánimo con impulso de amistad hacia todos los demás. «Os doy mi mandamiento, dice Jesús: amaos unos a otros como yo os he amado (Jn 15,12; 13,34). Cuanto más penetra la efusión del Espíritu en nuestro interior, más sabemos abrazar a los otros con amor de amistad. De hecho se nos capacita para ser «hijos del Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5,45; I Jn 4,11).

(…)

Extracto deJosé Luis Vazquez Borau, Carlos de Foucald y la espiritualidad de Nazaret; p. 85 BAC, Madrid, 2001

 Para profunizar:

Benedicto XVI: «La adoración eucarística, fuente de vida para la Iglesia» .pdf

José Mª Iraburu «La adoración eucarística» -mercaba.org-



Dios, omnipotentemente débil…

     En el Sagrario, la sosegada sal sencilla de esta luz, tu Cuerpo, destila silencios o invisibles palabras de presencia, sabiduría y misterio.

   

      Vengo ante ti para adorar. Estás tan pleno y puro aquí, pequeño y escondido. Late tu sangre vid ardiente más allá de los oros que no encierran ese río de fuego y dolor, amor, vertiéndose a la ribera de mis ojos.

   

    Callo, me asombro, me rindo. Escucho. Nos fundimos, me abrazas en esta distinta unidad de corazones, sin espadas, conquistas la carne perdida de mi herida.

      Me sumerjo y mis ojos son aguas libradas al  rojo mar de tu costado abierto. Dios,  omnipotentemente débil te ofreces, sin medida, extremo don a mi pobreza y mis vacíos, a mis miedos, a todo cuanto mata la vida y la abundancia que tu Cuerpo y tu Divinidad procura en mi.

   

      Estás. Adoro. Aún cuando no soy. Adoro. Tu Eres. Y sin lucha me vences… y en esta derrota prodigiosa me gano, me vierto y callo. Asombro. Amor, tu pequeñísimo hijito se lanza a tu regazo.

     

     Fiat. Abba. Gracias.

Santa Teresa de Lisieux y la Eucaristía. Vivir de la Eucaristía

El texto que acompaña este video es en realidad de Santa Teresita del Niños Jesús y de la Santa Faz -Teresa de Lisieux-

Benedicto  XV «La Eucaristía y el testimonio de la Caridad»

Vídeo Vivir  de la Eucaristía

María y la Eucaristía – Fr- Carlos Lledó, O.P.-

LETANÍAS AL SAGRADO CORAZÓN



V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, ten piedad de nosotros.
R: Cristo, ten piedad de nosotros.
V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, óyenos.
R: Cristo, óyenos.
V: Cristo, escúchanos.
R: Cristo, escúchanos.

V: Dios, Padre celestial,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Hijo, Redentor del mundo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Espíritu Santo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Trinidad Santa, un solo Dios,

R: ten piedad de nosotros.

V: Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre.
R: Ten piedad de nosotros.
V: Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el
seno de la Virgen María, R/.

Corazón de Jesús, unido substancialmente alVerbo de Dios, R/.

Corazón de Jesús, de majestad infinita, R/.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, R/.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor, R/.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, R/.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, R/.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, R/.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, R/.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, R/.
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros
de la sabiduría y la ciencia, R/.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud
de la divinidad, R/.
Corazón de Jesús, en quién el Padre halló sus
complacencias, R/.
Corazón de Jesús, en cuya plenitud todos hemos recibido, R/.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, R/.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, R/.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan, R/.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, R/.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, R/.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, R/.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, R/.
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, R/.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, R/.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, R/.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, R/.
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, R/.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren
y esperan, R/.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, R/.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: perdónanos, Señor.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: óyenos, Señor.
V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: ten piedad y misericordia de nosotros.
V: Jesús, manso y humilde de corazón,
R: haz nuestro corazón semejante al Tuyo.

V: Sagrado Corazón de Jesús,
R: en Vos confío.

V: Inmaculado Corazón de María,
R: salvad el alma mía.

V: Jesús y María os quiero con toda mi alma,
R: salvad almas y salvad el alma mía.

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