Solemnidad de Todos los Santos.

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BIENAVENTURADOS.

A los santos los llamamos “bienaventurados”, y el Sermón del Monte que pronunció Jesús es una referencia evangélica para cuantos desean unirse a la larga procesión de los que, vestidos con túnicas blancas, siguen al Cordero, a Cristo glorioso.

A veces el texto del evangelista san Mateo se emplea para dictaminar quiénes son entre nosotros los justos, y quiénes los que se apartan del canon evangélico, recurso indebido, pues no nos pertenece juzgar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.

Sin duda que cada uno de los títulos por los que a algunos Dios los llamará “benditos”, se pueden aplicar a Jesucristo. Él es el Santo, el Bendito, el que nos ha mirado con corazón limpio, y se ha despojado de su rango, tomando la condición humilde de nuestra naturaleza. Jesús de Nazaret es el manso, el pacífico. Él ha padecido el juicio injusto, y ha sido perseguido hasta el extremo de ser condenado a muerte.

En Jesucristo tenemos el modelo de santidad, y es Él quien nos produce la sana emulación cuando nos invita al seguimiento, a tomar nuestra cruz y a ir detrás de Él, no como adeptos, sino como discípulos y verdaderos amigos suyos.

La santidad es una vocación bautismal, y a la vez un fruto por haber vivido la misericordia. En otro lugar del mismo Evangelio de san Mateo, se nos ofrece el veredicto divino, que eleva a bienaventurados a todos los que han practicado la misericordia con sus prójimos, aunque no lo hayan hecho por ser bautizados.

Si el verdaderamente Bendito es Jesucristo, también es el Misericordioso. En Él se nos revela el rostro de la misericordia divina. Quienes deseen seguir al Señor como discípulos y amigos suyos, tienen en las “Bienaventuranzas”, y en las “Obras de Misericordia” el código que deben seguir.

Tú y yo tenemos la llamada a ser felices, dichosos, y el Evangelio nos revela la forma de serlo ya en esta vida, de forma paradójica, porque los que pierden, ganan; los que lloran, reirán; los que se dan y se niegan a sí mismo por amor, se afirman. La prueba la tenemos en el Crucificado, Resucitado.

Una pauta para vivir la vocación esencial cristiana es creer en la persona de Jesucristo por habernos encontrado con Él, mantenernos confiados en su Palabra, y entregados al bien hacer por amor.

Y hoy, además, felicidades, porque también es tu santo, tu fiesta.

P. Ángel Moreno, Buenafuente del Sistal

La Resurrección Según las visiones de la Beata Anna Katharina Emmerick

Jesús: «Yo soy la Resurrección y la Vida.

V DOMINGO DE CUARESMA

(Ez 37, 12-14. Sal 129; Rom 8, 8-11; Jn 11, 1-45).

 

TRES LLAMADAS

“Os infundiré mi espíritu y viviréis” (Ez 37,14);

“Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.” (Rom 8, 11)

“-Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.” (Jn 11,25)

CONSIDERACIÓN

La Iglesia nos prepara para afrontar el mayor reto, la Pasión del Señor, y lo hace trayendo ante nuestros ojos el poder de Dios, creador de la vida.

El muro de la muerte aparece insuperable a los ojos humanos, pero Dios vence a la muerte.

Jesús se presenta como dador de vida. Él es la resurrección, identidad que no podremos olvidar en los momentos de su muerte y de nuestras muertes.

EL MAYOR SIGNO

El Evangelio de San Juan se divide en el libro de los signos y el libro de la hora. El libro de los signos abarca la primera parte del texto, hasta el capítulo XII.

El evangelista enumera siete signos para demostrar la identidad mesiánica y divina de Jesús.

EL primer signo es el que hizo Jesús en Caná de Galilea. El último, la devolución de la vida a su amigo Lázaro. Con este signo Jesús se presenta como Señor de la vida.

Jesús tiene poder para regalar el espíritu de vida, y dar a nuestros cuerpos mortales el aliento divino.Jesús tiene poder para devolver la vida a los muertos, y Él será el primogénito de entre los muertos.

Nos disponemos a la Pascua, la gran fiesta cristiana. Y en la noche santa profesaremos: Creo en Jesucristo resucitado.

No perdamos la mirada a Betania, cuando vamos a comenzar los días de la Pasión del Señor.

Ángel Moreno de Buenafuente